Por Joaquina V., alumna de 5° año B de Secundaria
El 5 de julio un grupo de alumnos y alumnas de PAS (proyecto de aprendizaje en servicio) viajó a Santiago del Estero con el objetivo de conocer uno de los lugares que el colegio apadrina desde hace más de 30 años. Además, hicimos una especie de “reconocimiento de terreno” para comenzar un nuevo proyecto que tendrá la duración de 5 años y cuyo objetivo es mejorar el día a día de la gente que vive en la localidad de San José del Boquerón y alrededores. Mi idea, al escribir este testimonio, diario de viaje, crónica o como cada cual quiera llamarlo, es contarles un poco sobre lo que vivimos en los 4 días que estuvimos allí, para que nos conozcan y para que en un futuro toda la comunidad de la Goethe-Schule colabore para llevar a cabo nuestro proyecto.
Cuando llegamos al Ceibal, la escuela primaria donde dormimos, la gente nos recibió con aplausos y rápidamente nos organizamos para descargar el camión con las donaciones. Grandes y chicos estaban contentos de ayudarnos y en todas partes se veían caras de alegría y felicidad. De forma sorprendente, ¡logramos descargar todo el camión en menos de dos horas! Hombres y mujeres descargaron cajas junto con nosotros y las dividieron por escuela. Estos hombres, mujeres y también niños y niñas viajaron horas para venir a recibirnos y para buscar las donaciones.
La gente irradiaba agradecimiento y felicidad. Los niños y niñas recibieron las cajas como si fueran regalos de navidad a pesar de que en vez de cosas nuevas fueran cosas que nosotros descartamos porque ya no usamos. En un momento fuimos al baño con algunas chicas y vimos por la ventana de un aula, a un niño de 8 o 9 años jugando con un buzo de la Goethe-Schule puesto. Creo que fue el primer momento en el que nos dimos cuenta lo poco que tienen esas personas, y por qué necesitan nuestra ayuda.
Al día siguiente comenzaron los actos. Sí, tres días antes la gente ya estaba de fiesta por el Día de la Independencia. Nunca había vivido algo así. El amor y respeto a la patria que demostraban grandes y chicos me impresionó. En el izamiento de la bandera NO VOLÓ UNA MOSCA. Después de la hora que pasamos en la primaria nos fuimos caminando hasta la ruta que fue donde comenzó el primer acto. Fue una procesión. Había chicos de todos los secundarios de los alrededores, estaba la policía, el hospital, la iglesia, los gauchos a caballo y todo el pueblo de Boquerón. Igual que en el momento de descargar el camión, la gente nos trató como si fuera un honor tenernos ahí. ¡El acto duró más de 4 horas! Lo que habíamos presenciado durante el izamiento volvió a pasar. Al momento de las banderas todo el mundo cantó el himno y mientras hablaba el director hubo silencio absoluto. Los chicos presentaron exhibiciones que habían preparado durante meses y más que un acto, lo que vivimos parecía una fiesta.
Luego del acto nos fuimos con el micro hasta Iscay Pozo, la comunidad a la que apadrina 5° año de Secundaria. De esta parte de la excursión no hubo ningún momento en el que dejara de sorprenderme. Cuando llegamos, vimos cómo los niños y niñas tomaban agua del pozo que había en la escuela, a pesar de que nos habían advertido que el agua de la zona estaba contaminada. Nos pusimos a jugar con ellos y se notó que estaban felices de que fuéramos a visitarlos y a darles nuestro tiempo. En un momento tuve la suerte de poder acompañar a una de las mujeres que estaba con nosotros hasta su casa.
Intentar describir lo que vi y viví es muy difícil, pero lo que sí puedo decir es que jamás me sentí tan agradecida como en ese momento por todo lo que tengo. La mujer que nos abrió las puertas de su casa no tenía ni un cuarto de las cosas materiales que tenemos nosotros, e igualmente transmitía agradecimiento y simpleza. En la caminata de vuelta a la escuela, la mujer dijo algo que se me guardó en el corazón: “Ojala vuelvan pronto, porque tanto para los chicos como para nosotras es una gran alegría que vengan a jugar y a regalarnos su tiempo”.
En fin, volvimos a Boquerón e hicimos varias actividades con los chicos. No quiero extenderme mucho más porque sé que cuanto más largo es, menos ganas dan de leer, pero básicamente CADA segundo del viaje fue un aprendizaje para mí. Ahora que estoy de vuelta en casa, aunque suene cursi, veo las cosas de otra manera y soy, en cierta forma, otra persona. Nuestro objetivo, como grupo que viajó, es contarle al mundo lo que vivimos y sentimos para que más gente se acerque y nos ayude a mejorar la vida de quienes nos recibieron con tanta alegría en San José del Boquerón. Ojalá este testimonio sea un primer paso para que en un futuro, los chicos y chicas de Izcay tengan agua potable y una escuela que les pueda ofrecer los materiales que necesitan, los alumnos y alumnas de la escuela de Boquerón tengan cartucheras completas y la gente de la zona no pase hambre ni frío.