Por Inés María Agosta

     En octubre del 2023 viajé a Frankfurt para saber cómo es la 75ª Feria Internacional del Libro más importante del mundo. En esta nota les cuento todo lo que conocí. En la Frankfurter Buchmesse el universo de los libros está concentrado en varios edificios gigantes y pasillos interminables. No se imaginen que por “feria del libro” se refiere simplemente a que uno puede ir y comprar los libros que quiera de cualquier parte del mundo. Esta feria es más bien comercial y de networking: editores, autores, traductores, productores audiovisuales, agentes literarios, entre otros profesionales, se reúnen todos los años en Frankfurt para vender y comprar derechos de autor. ¿Qué significa eso? Que una editorial de Argentina, por ejemplo, puede entablar un vínculo con una editorial de Francia que esté interesada en comprarle una obra publicada por ellos, traducirla al francés y distribuirla en su territorio. Ese es solo uno de los ejemplos de situaciones que pueden darse en ese espacio que reunió este año 106.000 visitantes profesionales y 4.000 exhibiciones de 95 países distintos. De los cinco días que duró la feria, dos y medio estuvo abierta al público en general. Fue entonces cuando se dio eso que imaginamos cuando pensamos en “ferias del libro”: los lectores podían comprar ejemplares en los stands que tenían las ventas habilitadas.

Una de las mejores cosas que tuvo la feria fue la comunicación. Antes y durante, siempre mantenían al tanto a todos los asistentes (vía mail o redes sociales) sobre los eventos que se llevarían a cabo y sus repercusiones.

También pusieron a disposición una aplicación a través de la cual todo el que asistiera a la feria podría contactar a otros asistentes para agilizar el proceso de concertar reuniones. Dicha aplicación además reunía la información sobre los eventos, stands, expositores, datos de contacto, mapas, etc., con lo cual todo el que la tuviera podía concentrar en un solo lugar la información que necesitaba.

Llegar a la feria con transporte público fue muy fácil: el subte funciona perfecto y era solo cuestión de encontrar la combinación ideal para llegar a la estación Festhalle/Messe. Una vez que se accedía por la puerta principal, un largo pasillo te llevaba hasta el ágora que reunía a todos los edificios de los pabellones. El ágora tenía algunos escenarios de eventos, food trucks, y un inflable gigante del personaje Asterix, que servía de promoción para el lanzamiento de la nueva historieta.

Lo primero que conocí fue el stand argentino, ubicado en el pabellón 5.0. En ese mismo lugar había otros stands internacionales, como México, Colombia, Turquía, etc. Los que más cantidad de editoriales tenían eran Francia e Italia. Italia además tenía su propio escenario, y el motivo por el que ocupaba un lugar tan importante es porque el año que viene, en la Frankfurter Buchmesse 2024, va a ser la invitada de honor. En el 5.1, 6.0 y 6.1 estaba el resto de los expositores internacionales. Había editoriales de Korea, de Estados Unidos, de Canadá, etc. En el pasillo que conectaba los pabellones 5.1 y 6.1, que sería el primer piso, estaba el Frankfurt International Stage donde transcurrieron muchos de los eventos importantes para Latinoamérica.

En el 4.1 estaban los stands de Europa del Este, los invitados por el programa de capacitación, y el stand de Tik-Tok que fue menos especial de lo que me esperaba.

El pabellón 3.0, de las editoriales y demás empresas alemanas, era el más grande, el más ruidoso y el más multitudinario. Además de libros se podía comprar todo tipo de merchandising relacionado (o no tanto) con la lectura. Alejado de todos pero a la vez en un lugar de vista y de ubicación privilegiados estaba la exposición de Eslovenia, el país invitado. Escenarios, decoraciones típicas de su cultura y hasta una hamaca que salía de un libro, parecían transportar a los visitantes por un ratito a ese país.

Caminar por los pabellones internacionales y espiar las pequeñas reuniones que se daban en cada uno de ellos, era mágico. En definitiva, todos viajan a la feria para contarles historias a otros de manera tal que les sean irresistibles y quieran comprar sus derechos. De esas reuniones un libro quizás tendrá más llegada por ser traducido en otro país, mientras que otro quizás se convertirá en la película más taquillera en los próximos años. Ese clima es lo que lo hace mágico: el saber que se está presenciando una siembra cultural a gran escala de cuya cosecha nadie tiene ninguna certeza en ese momento, pero sí muchas esperanzas. La energía y la adrenalina que se manejan en ese lugar, a nivel nerd y cultural, es más impresionante de lo que me imaginé.

Desde hace años la feria, además, empezó a darle espacio a otros tipos de arte, como el comic y la música, e incluso al cosplay. Los últimos días, en que se habilitó la entrada al público en general, uno podía encontrarse caminando al lado de un elfo o de alguna otra criatura fantástica.

Era la primera vez que conocía Frankfurt y me pareció sumamente acogedora. La gente por la calle no estaba particularmente obsesionada con la feria como yo creía que estarían. Aunque multitudinaria y espectacular, la feria no deja de ser un nicho. Si me preguntan a mí, es quizás el más lindo que existe. Pero claro, eso es completamente subjetivo. La parte objetiva de mi relato es que este evento no tiene comparación con ningún otro de este estilo, y que para todo el que se sienta parte del universo del libro, representa una visita obligada para hacer en algún momento de la vida.

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