En clase de Práctica del Lenguaje 3º A de Secundaria empezó el año leyendo distintos textos vinculados al último mundial. Así rompimos el hielo, expresamos nuestros sentimientos y disfrutamos el impulso y la ilusión del pasado noviembre.

De esas lecturas y actividades seleccionamos dos textos divertidos y personales que muestran cómo se usaron distintas cábalas y anticábalas para sumarse a la esperanza de vivir momentos de profunda alegría.

Anticábalas

Por Tomás M. C.

El 21 de noviembre a las 7:30 mi perro y yo observábamos el partido entre Arabia Saudita y Argentina. No lo podía creer, había quedado impactado.

Para el segundo partido empezaron las sospechas, habían pasado 45 minutos y el tablero seguía igual. Empezando el segundo tiempo mi perro se hartó de la televisión y decidió tomarse una siesta en la cocina. Después de 20 minutos de tensión apareció el héroe que todos esperaban: Lionel Andrés Messi Cuccittini portando la número diez de la selección albiceleste y llevándose el primer gol del encuentro.

Mi perro alarmado por los gritos de alegría se puso a festejar con nosotros, saltando sin parar. Después de los festejos y los gritos de la gente haciéndose escuchar por toda la nación, mi mamá y yo empezamos a sacar nuestras propias conclusiones.

Tras un profundo debate terminamos deduciendo lo peor: nuestro perro era mufa. Para acabar la deducción y transformarlo en hecho vimos los siguientes 15 minutos con Oliver, el perro.

El partido seguía igual, ningún balón había tocado ninguna portería, hasta que en el minuto 79 decidimos dejar a Oliver en la cocina. No faltó mucho para que un joven poco conocido, Enzo Fernández, metiera un gol que quedará grabado para la eternidad como uno de los mejores goles del mundial Qatar 2022.

Nuestra felicidad era inquebrantable, aunque teníamos que aceptar que Oliver era mufa. Para los siguientes cinco partidos Oliver no nos pudo acompañar en la travesía del Mundial más lindo que le tocó vivir a todas las personas argentinas nacidas del 87 en adelante.

Hemos tenido otras experiencias como estas relacionadas también con mi perro. Por ejemplo, el partido de Italia-Argentina en la Finalísima. Al principio del partido mi perro empezó a ladrar a los seleccionados mientras cantaban el himno nacional. Eso era una señal, aunque sea para mal o para bien.

Cábalas

Por Renata S. R.

Tres de la tarde hora argentina. Ansias, nervios y demasiada fe. Era un nueve de diciembre, ese mismo día hace cuatro años habíamos sido campeones de la copa libertadores de la mano de Gallardo y eso hacía ese día más emocionante.

En una hora la selección argentina enfrentaría a Holanda por los cuartos de final del mundial Qatar 2022. Estaba en mi auto camino a la casa de Juana para ver el partido en ese lugar que habíamos arreglado con unas amigas.

Ya teníamos todo preparado, yo me sentaba en un sillón azul felpudo que era individual, Juana en otro, mis otras dos amigas en el piso, como lo hicimos en el partido contra Polonia, y toda la familia de la anfitriona en otro sillón al lado nuestro.

No faltaron las medialunas y otras facturas, con una Coca Light sin etiqueta y varios vasos en la mesa. Fundamental.

Holanda era un rival que habíamos vencido en 2014 en las semifinales del mundial y no había sido para nada fácil. Cuando los jugadores argentinos cantaban el himno -con todo el corazón, para los que decían que perdíamos los partidos porque no lo cantaban con el alma- yo me sentaba en el piso con mis dos amigas como cábala, abrazándonos, cantando nuestra canción nacional a todo pulmón, más confiadas que nunca. Después, volvimos a nuestros lugares originales.

Todo perfecto. Íbamos 2 a 0, cuando de repente, nos añaden 10 minutos adicionales. No se podía creer. Absolutamente de la nada el jugador holandés Berghuis colocó el centro y su compañero Weghorst anotó gol en el tiempo adicional. Clavé mis uñas en el sillón y maldije. Estábamos con esperanzas todavía cuando en el minuto 128 otro holandés llamado Dumfries anotó un gol. Nunca había escuchado el silencio de verdad, hasta ese momento. Nadie respiraba, nadie tragaba, nadie pestañeaba, solo nos mirábamos entre nosotros con angustia.

El tiempo suplementario fue la ruina para todos, era impredecible todo lo que podía llegar a pasar. De repente, pasamos a penales porque el marcador quedó empatado. Emiliano Martínez. Nada más y nada menos que Emiliano “El Dibu” Martínez, el arquero oficial de la selección argentina encargado de atajar para el equipo nacional, lo que hizo en los primeros dos penales pateados por jugadores de los Países Bajos.

El tiempo se congeló, no podíamos pensar, no parecía la realidad, parecía todo un sueño.

Estábamos 3 a 3 en penales, Lautaro Martínez iba a patear. “El toro” iba a patear. Algunos miembros de la familia desconfiaban porque pensaban que no era el indicado. Yo estaba totalmente segura de que íbamos a pasar de ronda, ya tenía claro que éramos semifinalistas, aunque no había pasado todavía, solo faltaba verlo, solo faltaba esperar a que el tiempo se descongele y que el toro patee.

Se me puso la piel de gallina, caí de rodillas al piso y mis amigas me abrazaron. Éramos semifinalistas, al fin. Esto me hizo dar cuenta de que la historia estaba por casi acabar, la cábala de juntarme con ellas y hacer lo mismo todos los partidos se volvió algo habitual y divertido, tanto que, no quería que termine.