Por Betina Heyer
¡Muy buen día a todos los presentes!
La marcha de San Lorenzo y el escudo nacional fueron el marco para comunicar a la población lo acontecido hace 41 años, el 2 de abril de 1982. El vocero oficial, el locutor nacional Juan Carlos Mentesana, informaba ese día especialmente triste que “por intermedio de sus fuerzas armadas, mediante la concreción exitosa de una operación conjunta, se habían recuperado las Islas Malvinas, Georgias, Sandwich y Shetland del Sur para el patrimonio nacional”.
El presidente de facto, Teniente General Leopoldo Fortunato Galtieri, arengaba a la multitud, haciendo subir la presión de una gran olla.
Luego siguieron las frases netamente demagógicas; arremangado y seguido de sus secuaces, buscaba perpetuarse en el poder a través de esta vil estratagema.
Siguieron días de algarabía y mucha tensión, muy parecidos al clima vivido en el Mundial 78, que no hacían siquiera intuir la lucha que estaba teniendo lugar allá lejos, en las Islas del Atlántico Sur. Era el lado B de los acontecimientos, el que se disfrazaba en los medios… una realidad cajoneada por el inminente inicio del Mundial de Fútbol en España, en junio de ese año.
Estábamos en guerra.
El estallido bélico en nuestro país y el Reino Unido de Gran Bretaña dejó al cabo de 73 eternos días el saldo de 649 muertos, 1082 heridos entre militares y conscriptos argentinos de entre 18 y 20 años, de las clases 61 a 63. De parte de los ingleses se contabilizaron 255 caídos, 777 heridos y 3 bajas entre los isleños.
La guerra de Malvinas dejó un sabor a indiferencia y abandono
La cifra de caídos en combate fue superada por excombatientes de ambos lados, que se quitaron la vida después de la guerra o padecieron enfermedades oncológicas y autoinmunes, sumando más de 700 exsoldados de nuestro país.
La ley 23.109 sobre veteranos de guerra se incumplió por completo. Supimos también que no se los trató bien, que pasaron frío y hambre, pese a las colectas que en todo el país se realizaron para enviarles ropa y comida, y que el regreso a casa fue casi a escondidas, vergonzoso, como castigándolos, sintiéndose un malestar reinante por haber perdido la guerra, con todo lo que conlleva vivirla, porque en las guerras nadie gana y todos pierden.
Quedan muchas asignaturas pendientes. ¿Quién repara esta historia? ¿Quién puede darles a los excombatientes su reconocimiento y honor tan merecidos?
Fueron jóvenes de 18 a 20 años, a quienes les tocó hacer el servicio militar -por entonces obligatorio- y ellos sin saberlo, fueron llevados a un lugar lejano, muy extremo y frío, donde se encontraron en un contexto bélico.
Hoy la gesta de las islas une por completo a todos los argentinos desde lo emotivo y racional. A 41 años del inicio del conflicto bélico, la herida de Malvinas sigue abierta, muy abierta, porque faltó apoyo moral, atención, y reparación.
Los jóvenes fueron objeto de un uso político y egoísta. De nosotros todos depende cerrar esta herida. Así como la violencia es y fue de la sociedad en su conjunto, la paz también lo es.
Por ayer, por hoy y por siempre: Malvinas Argentinas.