En la segunda mitad del año escolar, los alumnos y alumnas de 6° año de Secundaria iniciaron una experiencia poco habitual en la clase de arte. La propuesta consistió en trabajar con materiales tradicionalmente asociados al universo “femenino” dentro del hogar —tal como lo transmiten abuelas y madres—: agujas de bordar, hilos, botones, ganchillos y otros objetos cotidianos.
La sorpresa inicial frente a esta consigna dio paso a un proceso enriquecedor. El alumnado valoró la posibilidad de incorporar saberes prácticos y “útiles” para la vida diaria, a la vez que exploró nuevas formas de expresión.
Más allá del aprendizaje técnico, la experiencia buscó desmitificar estereotipos de rol, promover el trabajo comunitario, reducir el estrés y poner en evidencia la complejidad de ciertas tareas que suelen subestimarse. Todo ello constituyó un desafío significativo para estudiantes que, en paralelo, se preparan para rendir sus exámenes internacionales.
Aunque estas actividades suelen vincularse con la pedagogía Waldorf, su aporte pedagógico trasciende ampliamente dicho marco. Entre sus beneficios se destacan:
- La articulación entre artesanía, diseño y artes plásticas.
- Su profundo valor cultural y social.
- El desarrollo de la motricidad fina, la paciencia y la capacidad de resolver problemas de manera creativa.
- La posibilidad de conectarse con ejes transversales como identidad, sostenibilidad y crítica social.





