Cuando pensamos en las ciencias naturales, nos referimos generalmente a un conjunto de conocimientos que ha construido la humanidad, enmarcado en leyes y teorías. Esta es una de las caras de la ciencia: las teorías evolutivas, las leyes de los gases, la solubilidad, las organelas de las células y mucho más. Es lo que se llama el producto de la ciencia.
Pero hay otra cara igual de importante, y es la ciencia como proceso. En este plano nos encontramos con la metodología misma de la ciencia, con lo que dispara las investigaciones, las preguntas, la contrastación empírica, el aspecto contra-intuitivo, el contexto social e histórico, los debates, los obstáculos, la búsqueda de las evidencias. Este aspecto es -quizás- muchas veces el más interesante.
La pandemia de COVID-19 y su asociada infodemia puso en evidencia una gran deuda en alfabetización científica de la ciudadanía global. La incapacidad de interpretar un gráfico, leer una estadística, contrastar o acceder a fuentes de información confiable es una deuda de la educación, y puede ser entre curiosa (terraplanismo), hasta peligrosa (el movimiento antivacunas).
Comprender cómo funciona la ciencia, cuáles son sus valores, sus procedimientos, cómo se construyen las teorías, cómo funciona la revisión de pares, es fundamental para seguir desarrollando nuestras habilidades como ciudadanos críticos y terminando de entrar alfabetizados científicamente a pleno en este ya avanzado Siglo XXI.
Estudiar la naturaleza de la ciencia es comprender cómo es la ciencia, comprender que gracias a mecanismos propios del quehacer científico, no todo está en duda.
¿Es la ciencia objetiva?
Uno de los valores fundamentales de la ciencia es su objetividad. Sin incurrir en el error de desconocer el contexto histórico y social, los mecanismos mismos del quehacer científico pretenden llegar a la objetividad, ya que es un valor fundamental de la ciencia.
¿Qué mecanismo de control hay?
La revisión por pares (o peer review) es un proceso clave en el método científico. Todos los trabajos científicos publicados en revistas de referato internacional pasaron por un proceso de revisión de pares. Sin embargo, nada es infalible. El mejor ejemplo es la falsa asociación de la vacuna contra el sarampión y la incidencia de autismo, publicada en 1998 por la revista The Lancet, y considerado la farsa más dañina en la historia de la medicina del siglo XX, ya que los índices de vacunación contra el sarampión bajaron estrepitosamente, y aún luego de haber sido refutado públicamente, aún continúa siendo de impacto (lo que también nos ayuda a demostrar cuán difícil es derribar un mito).
¿Los científicos viven cambiando de opinión?
En la ciencia no se andan descartando y reemplazando ideas continuamente. La ciencia tiene un carácter acumulativo. Esto es importante porque demasiado frecuentemente se escucha decir «antes decían una cosa» (por ejemplo: el aceite de oliva hace mal / no es necesario el uso de barbijos) «y ahora dicen otra» (el aceite de oliva hace bien / es necesario el uso de barbijos).
¿Para qué sirven las idealizaciones y los modelos?
«Supongamos que una vaca es una esfera de 2 m de diámetro». Muchos recordamos este tipo de supuestos de nuestras clases de física y en muchos casos, nuestra rebeldía a aceptar tales simplificaciones. ¿Es posible sacar el aire, o que una cuerda no tenga masa? No, la realidad es caótica, hay infinitas variables, necesitamos muchísima imaginación para concebir un modelo. Pero un experimento no es siempre una observación de la realidad tal cual es, en la situación idealizada uno manipula las condiciones (de manera real o imaginaria) para acercarse a la esencia. Suprimir variables, simplificar, separa lo importante de lo intrascendente.
Hablemos de ciencia, porque la ciencia nos pertenece a todos.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]