Es war eine regnerische Nacht. Es war sehr kalt, und die Blitze schienen in den Himmel. Eine junge Frau war allein im Wald unterwegs. Sie war verloren. Sie war eine sehr tapfere Frau, deshalb hatte sie keine Angst. Sie hoffte, einen Weg zu finden, der sie in ein Dorf führen würde. Die Frau war müde, sie war den ganzen Tag gelaufen. Aus der Entfernung sah sie wie eine schwarze Silhouette aus.
Ein Blitz erhellte den Himmel. Und in der Ferne konnte die Frau einen halbtransparenten schwarzen Rauch in der Luft schweben sehen. Auf den Blitz folgte der Donner. Und dann, nichts mehr. Dunkelheit. Schweigen. Die Frau ging weiter. Sie hielt den schwarzen Rauch für eine Halluzination, weil sie so müde war.
Plötzlich brach eine Melodie das Schweigen. Eine geheimnisvolle, dunkle Melodie. Die Frau suchte in den Bäumen, um zu sehen, woher diese Melodie kam, fand aber nichts, so dass sie beschloss, ihr nachzugehen. Sie rannte, suchte danach; ihr Ohr führte sie. Während sie lief, wurden die Bäume dicker, und es war schwierig für die Frau, zu laufen, ohne sich zu kratzen. Der Himmel war nicht mehr sichtbar und der Regen fiel auch nicht mehr so stark. Aber sie vertraute darauf, dass die Melodie aus irgendeinem kleinen Haus oder Dorf kommen würde. Sie lief eine ganze Weile, aber da der Himmel nicht sichtbar war, war es schwierig zu sagen, ob es Morgen war.
Schließlich teilten sich die Bäume und ließen ein riesiges Schloss in Sichtweite. Es war ein sehr altes Schloss, mit Schimmel überall. Die Frau sah einen schwarzen Rauch durch ein Fenster in den Palast eindringen. Sie ging hinüber und tat dasselbe. Die Melodie spielte weiter, diesmal näher.
Sie ging zur Tür hinaus und jagte dem Rauch nach. Sie ging durch Korridore, um Ecken, durch Türen… Das Schloss schien endlos zu sein. Der Rauch blieb vor einer riesigen Tür stehen, in die Stücke von schwarzem Turmalin eingebettet waren. Die Frau stand neben dem Rauch, und die Melodie klang sehr stark. Die Tür öffnete sich von selbst. Sie folgte dem schwarzen Rauch. Der Raum war riesig, ganz schwarz. In der Mitte des Raumes stand nichts als ein schwarzer Thron. Und darauf saß, sitzend, eine in eine Decke gewickelte Person. Das Einzige, was man sehen konnte – neben der Decke – war eine Krone. Die Person hatte eine Flöte in der Hand, und aus dem Fuß der Flöte kam ein schwarzer Rauch und die Melodie, die die Frau gejagt hatte, heraus.
Die Person hörte auf zu spielen und sah sie an.
-Wer sind Sie?», fragte die Frau.
Die Person hat nicht geantwortet. Er nahm seine Flöte heraus und spielte eine andere Melodie. Dieser war viel trauriger, dunkler. Der schwarze Rauch kam wieder aus der Flöte. Der Rauch packte die Frau an den Armen und zog sie mit sich fort. Die Frau war verängstigt und wollte sich befreien, aber der Rauch hielt sie fest, so dass es unmöglich war, zu entkommen. Sie gingen durch den ganzen Raum, bis sie den Thron erreichten. Die Person wandte den Kopf der Frau zu und blickte in ihre grauen Augen. Dann umhüllte der Rauch die Frau und verwandelte sie ebenfalls in schwarzen Rauch. Die Frau schrie. Sie verwandelte sich in schwarzen Rauch, näherte sich dem anderen Rauch und schloss sich ihm an. Die Frau lebte den Rest ihrer Tage als Teil der schwarzen Melodie.
Adel Schreiberling
[/modal_popup_box][mk_padding_divider][vc_column_text css=».vc_custom_1604930037303{margin-bottom: 0px !important;}»]La melodía negraEra una noche lluviosa. Hacía mucho frío y los rayos iluminaban el cielo. Una joven mujer andaba sola por el bosque. Estaba perdida. Era una mujer muy valiente, por eso no tenía miedo. Esperaba encontrar un sendero que la llevara a un pueblo. La mujer estaba cansada, había caminado todo el día. Desde lejos, parecía una silueta negra.
Un rayo iluminó el cielo. Y a lo lejos, la mujer pudo ver un humo negro semi transparente que flotaba en el aire. Al rayo le siguió un trueno. Y después, nada. Oscuridad. Silencio. La mujer siguió caminando. Pensó que el humo negro había sido una alucinación por estar tan cansada.
De repente, una melodía rompió el silencio. Una melodía misteriosa, oscura. La mujer buscó entre los árboles para ver de dónde salía esa melodía, pero no encontró nada, entonces decidió perseguirla. Corrió, buscándola; su oído la guiaba. A medida que avanzaba, los árboles se iban haciendo más espesos, y a la mujer le resultaba difícil correr sin rasparse. Ya no se veía el cielo y la lluvia tampoco caía tan fuerte. Pero ella confiaba en que la melodía salía de alguna casita o de un pueblo. Anduvo durante bastante tiempo, pero como no se veía el cielo, era difícil afirmar si ya era de mañana.
Finalmente, los árboles se fueron separando y dejaron a la vista un enorme castillo. Era un castillo muy antiguo, con moho por todos lados. La mujer alcanzó a ver un humo negro que entraba al palacio por una ventana. Ella se acercó e hizo lo mismo. La melodía seguía sonando, esta vez más cerca.
Salió por la puerta y persiguió al humo. Recorría pasillos, doblaba en las esquinas, atravesaba puertas… El castillo parecía interminable. El humo se paró frente a una enorme puerta, con pedacitos de turmalina negra incrustados. La mujer se paró al lado del humo y la melodía sonaba fuertísimo. La puerta se abrió sola. Ella siguió al humo negro. La sala era enorme, toda negra. No había nada, salvo un trono negro en el medio de la habitación. Y en él, sentada, había una persona envuelta en una manta. Lo único que se veía -además de la manta- era una corona. La persona tenía una flauta en las manos y del pie de la flauta salía un humo negro, y la melodía que había estado persiguiendo la mujer.
La persona paró de tocar y la miró.
-¿Quién eres?- preguntó la mujer.
La persona no respondió. Sacó la flauta y tocó una melodía distinta. Esta era mucho más triste, más oscura. De la flauta volvió a salir ese humo negro. El humo agarró de los brazos a la mujer y la arrastró con él. La mujer se asustó y quiso liberarse, pero el humo la sostenía fuerte, por lo cual era imposible escapar. Atravesaron todo el salón, hasta llegar al trono. La persona giró la cabeza en dirección a la mujer y miró sus ojos grises. Entonces, el humo envolvió a la mujer, convirtiéndola también en un humo negro. La mujer gritó. Se convirtió en un humo negro, se acercó al otro humo y se unió a él. La mujer vivió el resto de sus días como una parte de la melodía negra.
Adel Scribit
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