En el corazón de Martínez, con sus casonas de estilo, extensos jardines, variedad de árboles que llegaron a centenarios, aceras cuidadas y aire puro.
Barrio perfumado por los eucaliptus de la calle Sarmiento, algunos de ellos conservaban en sus troncos los hierros que sostenían los viejos faroles de aceite.
Esa calle era la ruta de las carretas que llegaban al río.
En ese Martínez tan querido por las familias, donde nuestros abuelos decidieron afincarse, allí estaba nuestra tan valorada “Escuela del Norte”.
Con Alberto y Gerardo uniformados, la elegancia del Sr. Grassman, la calidez, atención y acompañamiento de Betty, nuestra querida directora, la sonrisa y mirada azul de Mónica y la dedicación de todos los maestros, profesores y secretarias… Así conocí a nuestra Escuela.
La docencia para nosotras era algo más que una profesión, era una vocación.
Por eso fuimos tan felices en ella.
¿Cómo olvidarnos del teatro dirigido por Marta Uncal, las clases en Verónica o las cenas de fin de año?
Inolvidables los dos cielos que teníamos a fines de noviembre cuando los jacarandaes nos despedían arrojándonos sus flores azules.
Hermosa e inolvidable etapa en mi vida.
Susana Conde, exdocente de la Goethe-Schule en la Escuela del Norte